Nueve meses rodeados de líquido amniótico no parecen ser suficiente para que los más pequeños de la casa disfruten desde el primer momento de la hora del baño. Si todo transcurre con normalidad, tu bebé se irá acostumbrando paulatinamente a su sesión diaria de chapoteos, e incluso comenzará a disfrutarla cuando pasen algunas semanas. Sin embargo, no es un proceso rápido ni sencillo. Un paso en falso puede hacer que desarrollen una aversión profunda a la bañera: tomar precauciones es imprescindible para que el momento del baño no sea una tortura para ellos y para ti.
¿Qué puede pasar para que no quieran bañarse? Cualquier experiencia negativa en la bañera puede hacer que los peques no vuelvan a verla con los mismos ojos. Existen todo tipo de causas por las que esto puede suceder, motivos que en ocasiones pueden no ser percibidos por los padres: agua muy caliente o muy fría, un jabón mal elegido y que le irrita los ojos, sensación de agobio por la pérdida de control, miedo a ahogarse… Si tu bebé pasa por un momento en los que no se sienta seguro, establecerá una relación directa entre esa sensación y el baño: hará falta empezar desde cero con el periodo de adaptación.
Para evitar que esto suceda, es primordial seguir una serie de pautas para hacer que el momento en el que se baña sea lo más relajado posible. Lo primero es organizarse: tener todo lo que necesites cerca hará que todo sea mucho más ágil y rápido. Una buena bañera, con diferentes bolsillos y bandejas, es fundamental. Es importante contar con una toalla a mano para poder envolverlo en ella nada más finalizar y que no pase frío. Para esto es también importante la temperatura ambiente de la habitación y la del agua, que no deberá estar demasiado caliente.
Uno de los aspectos más importantes a la hora del baño es la seguridad que le transmitas: sujétalo bien, no dejes que se sienta en riesgo pues es entonces cuando llegan los miedos. No hagas movimientos bruscos ni demasiado ruido.
