Mucha gente se ha cuestionado alguna vez en algún punto de su vida por qué no es posible recordar la vida de cuando éramos bebés, algo que se extiende también hacia los primeros años de la infancia. Es particularmente curioso porque de hecho el aprendizaje comienza desde el momento del nacimiento, gracias a ello los bebés pueden aprender funciones básicas como andar y caminar. Además, un bebé puede recordar hechos concretos que sucedieron hace un rato o el día de ayer pero pasados un par de años estos recuerdos se habrán esfumado.
Resulta que la memoria a largo plazo empieza a configurarse a los 3 años de edad. El periodo previo se conoce como amnesia infantil. El psicoanalista Sigmund Freud fue el que acuñó el término de amnesia infantil como defensa de la mente del ser humano ante procesos traumáticos como el parto o los primeros contactos con el mundo exterior, extraño y posiblemente temible en muchos aspectos. Aunque muchas de estas teorías cada vez cuentan con menos respaldo, tampoco son incompatibles con los últimos descubrimientos científicos.
El cerebro de un bebé está limitado a la hora de generar nuevas células y guardar recuerdos al mismo tiempo, por lo cual el cerebro tiene que priorizar una cosa antes que la otra y en este caso sería la formación de nuevas células. La neurogénesis se produce durante toda la vida, pero dentro de los mamíferos y especialmente en los humanos, se produce a un ritmo mucho mayor en los bebés. El hipocampo, responsable de los recuerdos y el aprendizaje, se desarrolla mucho durante las primeras fases de la vida de un bebé. Los nuevos circuitos neuronales producidos por el cerebro desplazan los circuitos anteriores y los conminan al olvido de ciertos recuerdos ya almacenados. Cuando el cerebro crece, el proceso de neurogénesis se va ajustando para lograr un equilibrio entre la producción de nuevas neuronas y los recuerdos para garantizar que los conocimientos y aprendizajes más importantes perduren mientras que la mente se sigue expandiendo de forma sana.
A pesar de que no tengamos recuerdos nítidos de antes de los 3 años, muchas vivencias sí de esta primera etapa vital sí perduran. No existen estudios totalmente concluyentes al respecto, pero no cabe duda de que las primeras caricias y muestras de afecto de los padres a los hijos influyen en el subconsciente y en el correcto desarrollo de cualquier humano. Por eso es importante hablar con el bebé y cantarle dulces canciones incluso cuando está aún en el vientre de la madre, ya que los vínculos pueden empezar a forjarse en cualquier momento.
Todas las formas de cariño, respeto, mimos y abrazos en la primera etapa de la infancia repercuten en la felicidad del bebé y marcan para toda la vida.