Las alergias y los problemas de asma son dos enfermedades cada vez más frecuentes entre los más pequeños de la población. Existen multitud de factores que predisponen a una persona a sufrir este tipo de afecciones (de tipo genético, alimenticio, higiénico…) pero estudios recientes demuestran la estrecha relación entre la contaminación atmosférica y el creciente número de casos de asma infantil.
Investigadores de la Universidad de Leeds y del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) han realizado conjuntamente una revisión sistemática y un análisis a gran escala de estudios epidemiológicos publicados a lo largo de 15 años y han concluido que aquellos niños y adolescentes que viven en zonas donde la contaminación atmosférica es alta tienen un mayor riesgo de desarrollar asma.Según este estudio, publicado en Environment International, el dióxido de nitrógeno, el carbón negro u hollín y las partículas PM2.5 y PM10, todos ellos residuos tóxicos propios del tráfico rodado, son los principales causantes y los nexos de unión fundamentales para entender la relación entre la contaminación y el asma infantil.
El factor principal y la causa origen de esta contaminación masiva a la que nos exponemos a diario parece ser que no es otra que el creciente e incontrolable número de automóviles que inundan nuestras carreteras. El tráfico rodado, unido a otros posibles factores como la industria, es la causa número uno citada en este estudio. Esto se desmarca como uno de los principales problemas y asuntos a tener en cuenta de ahora en adelante, pues más del 80% de la población mundial vive en las ciudades.
Actualmente, muchas ciudades de Europa están dominadas por el diésel y existe una necesidad urgente de reducir sus emisiones. “La contaminación atmosférica tiene un gran impacto en la salud de la infancia”, destaca Mark Nieuwenhuijsen, coordinador del estudio y director de la Iniciativa de Planificación Urbana, Medio Ambiente y Salud de ISGlobal. “La exposición a la contaminación atmosférica es un problema de primer nivel mundial y debemos actuar ya”, concluye.
Los responsables del estudio, liderado por Haneen Khreis, informan de la alta incidencia de esta enfermedad, que ha aumentado significativamente desde los años 50. Para la realización del mismo los investigadores han acudido a estudios epidemiológicos publicados entre 1999 y 2014, en concreto, 41 estudios que cumplían con los criterios que exigía la revisión de datos.»Nuestro análisis muestra que los efectos más fuertes están asociados con las exposiciones al carbono negro, un marcador específico de los tubos de escape de los vehículos y un contaminante relacionado con el diésel, pero se necesitan más investigaciones para sacar conclusiones definitivas», afirma Khreis.