La frecuencia de amamantar a un bebé varía a lo largo de todo el periodo de lactancia. Además, no existe una fórmula universal y son los propios bebés los que demandarán el pecho en su rutina diaria. Sin embargo, sí existen unas guías generales que pueden servir a las madres para planificar un poco su día a día.
Durante el primer es el recién nacido debe tomar el pecho entre 8 y 12 veces al día. La leche materna se digiere rápido y el bebé tarda poco en volver a tener hambre. Con uno o dos meses de vida los bebés realizan tomas con una frecuencia de entre siete y nueve veces diarias.
Básicamente, hasta que la producción de leche se regule hay que amamantar al bebé cuando lo pida. Unos maman cada hora y otros pueden tardar varias horas en tener hambre. No obstante, los recién nacidos no pasan más de cuatro horas sin alimentarse y por supuesto ellos no hacen diferencia entre el día y la noche.
Se recomienda amamantar al bebé siempre que parezca que tiene hambre. Normalmente el llanto ya es el último aviso de que el bebé tiene hambre. Hay que intentar amamantar al bebé antes de se encuentre molesto y llore, ya que después será más difícil tranquilizarlo.
Evidentemente, cuando un bebé llora no siempre significa que tenga hambre. También puede necesitar algo tan simple como contacto humano o un cambio de pañales, porque tenga frío o calor o porque no se sienta cómodo. Las señales de que un bebé tiene hambre son las siguientes: mueve la cabeza de un lado a otro, abre la boca, saca la lengua, se lleva las manos a la boca, hace como si succionara con la boca, busca el pecho girando la cabeza hacia algo que le roza la mejilla, etc.
La duración de las sesiones de amamantamiento depende del bebé y de la madre y de otros factores como la producción de leche, si la eyección de la leche es inmediata o tarda unos minutos, si el flujo de leche es rápido o lento, si el bebé está bien colocado, si el bebé se esfuerza durante la toma o si el bebé está adormilado o distraído.
Con la edad los bebés realizan las tomas más rápido, así que pueden llegar a tardar sólo entre cinco y 10 minutos en vaciar un pecho, la mitad del tiempo que suele tardar un recién nacido. Por ello es importante asegurarse de que el bebé está bien posicionado, mamando con la boca bien abierta y sobre la mayor superficie posible de la areola mamaria.
Si el bebé toma ambos pechos, es recomendable que antes de cambiarlo de pecho se le haga eructar, algo que suele pasar con el simple movimiento del bebé. Algunos bebés eructan más que otros y es algo que puede variar entre tomas.
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