Para muchos niños, el hecho de comenzar la nueva etapa en la guardería supone un gran trauma debido a los cambios que se producen en su vida. Al ser tan pequeños no están preparados para enfrentarse a la separación de sus padres, lo que les provoca sentimientos de miedo y ansiedad.
Es conveniente analizar la situación y las conductas de tu hijo para saber cómo está siendo su adaptación en el centro infantil y plantear si la escuela elegida es la adecuada. En el caso de que la adaptación no fuese favorable, el niño mostrará una serie de conductas:
- Se muestra excesivamente dependiente de los padres. Es normal que los primeros días el niño llore y se aferre al que lo lleve pero lo preocupantes es cuando esta dependencia es excesiva y no disminuye en el tiempo.
- Muestra retrocesos en su desarrollo. Es una señal de que el niño quiere llamar la atención, y hace cosas para parecer más pequeño de lo que es, como volverse a hacer pipí, quiere chupete, se chupa el pulgar o incluso empezar a comer mal o pedir biberón.
- Está triste gran parte del día en la guardería. Las maestras nos informarán de que el niño llora frecuentemente durante el día, se muestra apático sin querer jugar y sólo quiere estar en brazos.
- Problemas de sueño que perduran varias semanas. Tarda en dormirse y no lo hace sin ti o se despierta muchas veces. Esto significará que no termina de asimilar las vivencias que ha tenido a lo largo del día.
- Cambios de carácter. Se vuelve más tristón, no juega, más callado, llora con facilidad, desobedece constantemente,…
A pesar de todo esto, no es conveniente sacar al pequeño de guardería a la primera de cambio aunque nos dé mucha pena dejarlo allí sólo llorando. Si no logras solucionar el problema, antes de sacar al niño de la guardería, prueba a reducir las horas que pasa allí. Durante una temporada llévale sólo por las mañanas y recurre a un familiar o a una canguro para que lo cuide en vuestra casa por las tardes. Puede que así vaya adaptándose de forma más relajada.